jueves, 4 de abril de 2019

Antología POESÍA BARROCA.

Índice
  • Lope de Vega…………………………………………………………………………..2
    • A una calavera
    • Desmayarse, atreverse
    • Pasando el mar el engañoso toro
  • Francisco de Quevedo………………………………………………………………...4
    • Es hielo abrasador
    • Cerrar podrá mis ojos la postrera
    • La pobreza. El dinero
    • Fue sueño ayer, mañana será tierra
  • Luis de Góngora……………………………………………………………………….7
    • Mientras por competir con tu cabello
    • Que pida a un galán Minguilla
    • De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler
    • La dulce boca que a gusto convida
    • Fábula de Polifemo y Galatea





Lope de Vega
Lope de Vega  fue uno de los poetas y dramaturgos más importantes del Siglo de Oro español y, por la extensión de su obra, uno de los autores más prolíficos de la literatura universal. Se le atribuyen unos 3000 sonetos, tres novelas, cuatro novelas cortas, nueve epopeyas, tres poemas didácticos y varios centenares de comedias.
Algunas de sus obras narrativas más famosas son La Arcadia, La Dorotea, El peregrino en su patria y Pastores de Belén. También escribió lírica como: Rimas Sacras, La Filomena, La Circe y La Lírica en el teatro. Además publicó obras épicas y dramáticas.

A una calavera
Esta cabeza, cuando viva, tuvo
sobre la arquitectura de estos huesos
carne y cabellos, por quien fueron presos
los ojos que mirándola detuvo.


Aquí la rosa de la boca estuvo,
marchita ya con tan helados besos;
aquí los ojos, de esmeralda impresos,
color que tantas almas entretuvo;


aquí la estimativa, en quien tenía
el principio de todo movimiento;
aquí de las potencias la armonía.


¡Oh hermosura mortal, cometa al viento!
¿En dónde tanta presunción vivía
desprecian los gusanos aposento?


Desmayarse, atreverse

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;


no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;


huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;


creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sa

 



Pasando el mar el engañoso toro

Pasando el mar el engañoso toro,
volviendo la cerviz, el pie besaba
de la llorosa ninfa, que miraba
perdido de las ropas el decoro.
  Entre las aguas y las hebras de oro,
ondas el fresco viento levantaba,
a quien, con los suspiros ayudaba
del mal guardado virginal tesoro.
  Cayéronsele a Europa de las faldas
las rosas al decirle el toro amores
y ella con el dolor de sus guirnaldas,
  dicen que lleno el rostro de colores,
en perlas convirtió sus esmeraldas,
y dijo: «¡Ay triste yo!, ¡perdí las flores!»




Francisco de Quevedo
Francisco de Quevedo fue un escritor español del Siglo de Oro. Se trata de uno de los autores más destacados de la historia de la literatura española, conocido especialmente por su obra poética, aunque también escribió narrativa, teatro, y diversos opúsculos filosóficos, políticos, morales, ascéticos, humanísticos e históricos.
La obra poética de Quevedo, que está constituida por unos 875 poemas, presenta ejemplos de casi todos los subgéneros de su época: poesía satírico-burlesca, amorosa, moral e inmoral heroica, circunstancial, descriptiva, religiosa y fúnebre









Es hielo abrasador


Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.
Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero paroxismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño Amor, éste es su abismo.
¿Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!
 
Cerrar podrá mis ojos la postrera
 
Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra, que me llevaré el blanco día;
y podrá desatar esta alma mía
hora, a su afán ansioso linsojera;
mas no de esotra parte en la ribera
dejará la memoria en donde ardía;
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa:
Alma a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
medulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejarán, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrán sentido.
Polvo serán, mas polvo enamorado.



La Pobreza. El Dinero


Pues amarga la verdad,
Quiero echarla de la boca;
Y si al alma su hiel toca,
Esconderla es necedad.
Sépase, pues libertad
Ha engendrado en mi pereza
La Pobreza.
¿Quién hace al tuerto galán
Y prudente al sin consejo?
¿Quién al avariento viejo
Le sirve de Río Jordán?
¿Quién hace de piedras pan,
Sin ser el Dios verdadero
El Dinero.
¿Quién con su fiereza espanta
El Cetro y Corona al Rey?
¿Quién, careciendo de ley,
Merece nombre de Santa?
¿Quién con la humildad levanta
A los cielos la cabeza?
La Pobreza.
¿Quién los jueces con pasión,
Sin ser ungüento, hace humanos,
Pues untándolos las manos
Los ablanda el corazón?
¿Quién gasta su opilación
Con oro y no con acero?
El Dinero.
¿Quién procura que se aleje
Del suelo la gloria vana?
¿Quién siendo toda Cristiana,
Tiene la cara de hereje?
¿Quién hace que al hombre aqueje
El desprecio y la tristeza?
La Pobreza.
¿Quién la Montaña derriba
Al Valle; la Hermosa al feo?
¿Quién podrá cuanto el deseo,
Aunque imposible, conciba?
¿Y quién lo de abajo arriba
Vuelve en el mundo ligero?
El Dinero.

Fue sueño ayer, mañana será tierra



Fue sueño ayer, mañana será tierra:
poco antes nada, y poco después humo;
y destino ambiciones y presumo,
apenas punto al cerco que me cierra.

Breve combate de importuna guerra,
en mi defensa soy peligro sumo:
y mientras con mis armas me consumo,
menos me hospeda el cuerpo, que me entierra.

Ya no es ayer, mañana no ha llegado,
hoy pasa y es, y fue, con movimiento
que a la muerte me lleva despeñado.

Azadas son la hora y el momento,
que a jornal de mi pena y mi cuidado,
cavan en mi vivir mi monumento.


Luis de Góngora
Luis de Góngora fue un poeta y dramaturgo español del Siglo de Oro, máximo exponente de la corriente literaria conocida más tarde, y con simplificación perpetuada a lo largo de siglos, como culteranismo o gongorismo, cuya obra será imitada a lo largo de los siglos en Europa y América.
Aunque Góngora no publicó sus obras (un intento suyo en 1623 no fructificó), ellas pasaron de mano en mano en copias manuscritas que se coleccionaron y recopilaron en cancioneros, romanceros y antologías publicados con su permiso o sin él.




Mientras por competir con tu cabello


Mientras por competir con tu cabello
Oro bruñido al sol relumbra en vano,
Mientras con menosprecio en medio el llano
Mira tu blanca frente al lilio bello;


Mientras a cada labio, por cogello,
Siguen más ojos que al clavel temprano,
Y mientras triunfa con desdén lozano
Del luciente cristal tu gentil cuello,


Goza cuello, cabello, labio y frente,
Antes que lo que fue en tu edad dorada
Oro, lilio, clavel, cristal luciente,


No sólo en plata o vïola troncada
Se vuelva, más tú y ello juntamente
En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.








Que pida a un galán Minguilla




(...)
Que la viuda en el sermón
dé mil suspiros sin son,
bien puede ser;
mas que no los dé, a mi cuenta,
por que sepan dó se sienta,
no puede ser.


Que esté la bella casada,
bien vestida y mal celada,
bien puede ser;
mas que el bueno del marido
no sepa quién dio el vestido,
no puede ser.


Que anochezca cano el viejo,
y que amanezca bermejo,
bien puede ser;
mas que a creer nos estreche
que es milagro y no escabeche,
no puede ser.


Que se precie un don Pelón
que se comió un perdigón,
bien puede ser;
mas que la bisnaga honrada
no diga que fue ensalada,
no puede ser.
(...)


De una dama que, quitándose una sortija, se picó con un alfiler

Prisión del nácar era articulado
De mi firmeza un émulo luciente,
Un dïamante, ingenïosamente
En oro también él aprisionado.
Clori, pues, que a su dedo apremïado
De metal aun precioso no consiente,
Gallarda un día, sobre impacïente,
Lo redimió del vínculo dorado.


Mas ay, que insidïoso latón breve
En los cristales de su bella mano
Sacrílego divina sangre bebe:

Púrpura ilustró menos indïano
Marfil; invidïosa sobre nieve,
Claveles deshojó la Aurora en vano.



La dulce boca que a gusto convida

La dulce boca que a gustar convida
Un humor entre perlas distilado,
Y a no invidiar aquel licor sagrado
Que a Júpiter ministra el garzón de Ida,


Amantes, no toquéis, si queréis vida;
Porque entre un labio y otro colorado
Amor está, de su veneno armado,
Cual entre flor y flor sierpe escondida.


No os engañen las rosas que a la Aurora
Diréis que, aljofaradas y olorosas
Se le cayeron del purpúreo seno;


Manzanas son de Tántalo, y no rosas,
Que pronto huyen del que incitan hora
Y sólo del Amor queda el veneno.


Fábula de Polifemo y Galatea




(...)
Un monte era de miembros eminente
Este que de Neptuno hijo fiero
De un ojo ilustra el orbe de su frente,
Émulo casi del mayor lucero;
Cíclope a quien el pino más valiente
Bastón le obedecía tan ligero,
Y al grave peso junco tan delgado,
Que un día era bastón y otro cayado.


Negro el cabello, imitador undoso
De las oscuras aguas del Leteo,
Al viento que lo peina proceloso
Vuela sin orden, pende sin aseo;
Un torrente es su barba, impetuoso
Que —adusto hijo de este Pirineo—
Su pecho inunda— o tarde, o mal, o en vano
Surcada aun de los dedos de su mano.


No la Trinacria en sus montañas, fiera
Armó de crueldad, calzó de viento,
Que redima feroz, salve ligera
Su piel manchada de colores ciento:
Pellico es ya la que en los bosques era
Mortal horror al que con paso lento
Los bueyes a su albergue reducía,
Pisando la dudosa luz del día.
(...)

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